
Inés Ordoñez de Lanús
Si estamos animados por el Espíritu… ¡toda nuestra vida cambia! La vida nueva, que nos trae Jesús, es una vida animada por el espíritu.
Respiremos muy profundo y pidamos cada día el don del Espíritu Santo. Esta es una de las grandes peticiones, la petición más sublime que podemos hacer y la que nos enseñó Jesús: «Pidan al Padre que les envíe el Espíritu Santo, y Él se los concederá». Si estamos animados por el Espíritu… ¡toda nuestra vida cambia! La vida nueva, que nos trae Jesús, es una vida animada por el espíritu.
El Espíritu Santo es nuestro maestro interior; el Padre y el Hijo lo exhalan, y nosotros lo inspiramos y nos da inspiración, nos inspira para que podamos también nosotros, exhalar nuestro aliento en la vida de Dios, vivir en Dios. En Él somos, nos movemos y existimos. En Él respiramos. Y en cada respiración, el Espíritu, desde dentro, nos lleva al corazón, nos impulsa a crecer en fidelidad a quienes somos: nos hace gustar de la felicidad para la que fuimos creados.
Si estamos animados por el Espíritu, dejemos ya las enemistades, las peleas, las rivalidades, las violencias, las ambiciones, las discordias, las envidias. Y todavía más, dejemos los excesos de toda naturaleza: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, sectarismos, ebriedades, orgías… Digamos ¡basta! A lo que no es la vida. Y abrámonos a vivir en los frutos del Espíritu que son: el Amor, la alegría, la paz, la magnanimidad, la afabilidad, la bondad, la confianza, la mansedumbre, la temperancia.
¡Vivamos animados! ¡Levantemos el ánimo! ¡Recuperemos hoy nuestra alegría de vivir! ¡Dejémonos conducir por el Espíritu Santo!