
Inés Ordoñez de Lanús
Percibo mis adentros… estoy habitado. El Señor está dentro de mí… no ocupa espacio, no tiene un lugar… y sin embargo está, me habita, me rodea, me envuelve, me abraza…
Elijo un lugar para estar a solas y en silencio. Tomo conciencia del lugar donde estoy y me pregunto cómo me siento. Escucho los ruidos del afuera que me rodea… los escucho, pero no me detengo en ellos. Pueden estar.
Percibo mi cuerpo… recorro las diferentes partes de mi cuerpo, tomo conciencia acerca de cómo me siento corporalmente. Puedo estar así como estoy. Apoyo las manos en mi corazón para sentir los latidos. Estoy vivo. Mi corazón late dentro de mí.
Tomo conciencia de mi estado anímico: ¿Cómo me siento? Así como me siento puedo estar y permanecer…
Hago tres respiraciones completas…, lentas… inhalo, guardo un instante el aire… y exhalo. Me quedo respirando normalmente, intentando no modificar el ritmo habitual de la respiración. Trato de seguir el camino que el aire hace al entrar en mi interior, como percibiendo su recorrido: entra por las fosas nasales, lentamente, paso a paso, recorro la laringe, la faringe, la tráquea… hasta llegar a los pulmones. Percibo el movimiento de mi cuerpo que se ve afectado por el aire que entra y que me oxigena.
Estoy respirando… Estoy vivo… Me quedo unos momentos en esta percepción, en el aire que entra y sale de mí… Hay un espacio dentro de mí que se llena y vacía con el aire.
Percibo mis adentros… estoy habitado. El Señor está dentro de mí… no ocupa espacio, no tiene un lugar… y sin embargo está, me habita, me rodea, me envuelve, me abraza… Es luz, es amor, es presencia… estás en mí Señor.
Me llama por mi nombre… lo llamo por su nombre…. Jesús…
Me mantengo atento a esta presencia interior, dentro de mí, que llamamos corazón. No puedo percibirlo, pero sé que está allí, oculto y escondido, pero luminoso y radiante. Mi interioridad está habitada y mi corporeidad atravesada. Estoy en la luz de Dios.
Hago la señal de la cruz, y permanezco así en silencio, percibiendo la mirada de amor y de luz de Jesús, escuchando sus palabras que una y otra vez me llaman por mi nombre y me invitan al encuentro.