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“Seguir apasionadamente acompañando, escuchando, misericordiando, es el desafío”, animó Mons. Rossi

Homilía de Monseñor A. Rossi, SJ, Arzobispo de Córdoba, con motivo de la celebración de los 50 años del CESM, efectuada el 1° de diciembre en la Catedral de Córdoba.

Primero, poder agradecerles acompañar esta celebración, esta gracia, hay que dar gracias por este tiempo. El tiempo es un mensajero divino. El tiempo nos ha confirmado que es una obra que se ha edificado sobre roca, en la fragilidad nuestra, apoyada en la solidez del Señor. Eso se agradece, eso se celebra.

Y se dice que las fechas importantes como ésta, siempre nos ofrecen una oportunidad para reflexionar, para aprender algo nuevo, son una linda ocasión, primero para agradecer lo mucho recibido, para recordar también cuántas cosas hemos sido capaces de descubrir, porque cuando uno se dispone, descubre gestos, descubre carismas, que hasta que no los ponemos en acción, quizás uno no termina de darse cuenta, que cuando se anima…se da cuenta que se pacifica, que escucha, que hace bien, que sabe acompañar, pero hay que dar ese pasito, a veces, y es muy lindo.

Y es también una oportunidad para mejorar la capacidad de ser servidores del Señor, e incluso arrepentirnos si fuera necesario, si no hemos dado todo lo que se esperaba de nosotros. Aprender del pasado, de lo vivido es reconocer nuestro lugar en la historia de salvación, como servidores del Señor. Esta conmemoración del regalo recibido, trabajar con celo, con creatividad, creciendo en amor para Gloria del Señor.

No perder ese fuego primero, porque es un desafío de cuidar el fuego, cuidar el rescoldo. El rescoldo, primero quizás nació en un carisma, en el caso de Inés, fomenta o hace sentir un carisma, y de golpe la experiencia que otros se adhieren, comparten un sueño, que de alguna manera se encuentra encarnado en una persona, cuando se camina juntos en el sentido de sinodalidad.

Una cosa que hay muy lindo graficado en vuestro ícono, es el corazón y el camino hacia el corazón. Quizás, es uno de los más fuertes: el camino, la casa y el árbol. No deja de ser una gracia el símbolo del corazón.

El símbolo del Centro de Espiritualidad, el camino al corazón, no para enquistarse o resguardarse en él, sino para lanzarnos a otros corazones tan frágiles como el nuestro, pero que quizás nos están esperando.

¿Y qué simboliza el corazón? Estamos expresando que una persona tiene buen corazón, que es rica en entrega, rica en humanidad, bondad, belleza interior, significa el amor, los amores de una persona. Es la raíz de las grandes opciones, de los ideales, de los valores que conducen a la vida. Por otro lado, decimos que es el lugar del encuentro con Dios, ahí donde Dios actúa, ahí donde se realiza la interacción misteriosa entre la voluntad de Dios, la gracia y nuestra propia libertad.

Por eso, en esta experiencia de silencio, experiencia contemplativa, no es para estar en el aire, sino para ir a ese lugar en el corazón donde el Señor habla. Por lo tanto, el corazón es el lugar de la conversión, el lugar de los cambios de vida, por eso Jesús llamaba a cambiar el corazón de vida…. Y recuerda: “Donde están tus tesoros, está tu corazón”.

Es lindo, porque es toda la vida del Señor… De alguna manera, intenta parecerse a los latires del corazón del Señor. Hemos visto en el palpitar el corazón del Señor, cuando ha llamado a los discípulos por su nombre, cuando ha llenado de vino las tinajas allí en las bodas de Caná, cuando ha enjugado las lágrimas de quienes lloraban la pérdida de sus seres más queridos, como la viuda de Naím, cuando ha devuelto la dignidad a la mujer que estaba a punto de ser apedreada por quienes se aprovecharon de ella, cuando observaba la limosna generosa de una mujer pobre que se acercaba al templo para dar tres moneditas, pero que era todo lo que tenía para vivir, cuando el Señor concedió una nueva oportunidad al buen ladrón.

En todos esos momentos de los latires del corazón del Señor, ha significado para nosotros un modelo de nuestro ministerio, de nuestro apostolado. Y ese es el intento del Centro de Espiritualidad Santa María.

Una espiritualidad, una teología del corazón, de la ternura, el Papa habla mucho de la necesidad de la ternura, el Papa dice que la Iglesia ha perdido el sentido de la ternura. La ternura es una forma de la belleza, la belleza es un valor trascendental junto con la verdad y el bien.

Por lo tanto, una espiritualidad atravesada por la ternura, lo saben ustedes por la propia experiencia, es curativa, a veces con palabras, a veces con manos, que pueden llamarse caricias, besos, comida en común, abrazo. Hay seres que pueden ser curados  con una voz, simplemente por el material sonoro de una voz determinada, ustedes lo saben con el ministerio de la escucha.

Cada uno de nosotros tenemos por lo menos alguna o varias experiencias que a partir de un gesto concreto, una caricia, un abrazo, una llamada inesperada, un sentarnos a la mesa con alguien, algo ha quedado restituído, algo ha quedado sanado con este poder terapéutico de la ternura.

Por otro lado, es el camino al corazón que Tellechea hablaba de la espirología del alma, algunos se les da por ir a la luna, otros se meten en las cavernas, hay de todo en la viña del Señor. Hay algunos que quieren ir para afuera, otros se meten dentro. Tellechea habla de la teología del alma, de alguna manera simboliza este misterio, esta vocación de ustedes.

De todos los viajes que el hombre tiene la obligación de hacer, el más importante sin duda es el que conduce al interior de nuestro propio corazón, por eso la mayoría prefieren simplemente vivir, resguardarse por la vida, antes que atreverse a descubrir quienes somos verdaderamente.

Y quizás, posiblemente llevamos años en que no hemos hecho otra cosa que olvidarnos de nuestra alma, que hemos vivido dedicados a valores que ahora nos parecen humo, arrastrando la existencia vacía, teniendo el alma anquilosada, dormida en la fe, siendo a veces fugitivos del propio corazón.

Por lo tanto, ese es el desafío en la espiritualidad de ustedes, de ayudarse a uno mismo, a los demás, redimirse a sí mismo. Rescatando parcelas de uno mismo, porque en todo hombre sea cual sea la vida, siempre habrá quedado una parcela intacta de verdad, esquirlas de verdad, de su fe o de sus sueños y es sobre ellos que hay que reconstruir.

Y ese es el desafío de la misión de ustedes, despertarla, reforzarla y orientarla a esa nueva dirección que hemos descubierto. Y la fuerza para esto está en Dios, está dentro de nosotros a la vez, porque evidentemente toda la confusión del alma empieza por dentro, ustedes lo tienen muy claro, o sea, el primer paso siempre será, no hacia adelante, sino hacia adentro y en silencio. Al final, será obra suya, pero los primeros pasos son nuestros.

Este es el desafío de ustedes y es lo lindo de la misión y vocación de ustedes, este entrar adentro del propio corazón, entrar a ese sitio de interioridad… Recorriendo las páginas de San Agustín, las páginas más bellas de todos los tiempos, más hondas, de más conversión, que más corazones tocó, cuando Agustín dice en las confesiones:

“Habiéndome convencido que debía volver a mí mismo, penetré en mi interior, siendo Tú mi guía y Tú estabas dentro de mí y yo estaba fuera y así cual fuera te buscaba. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo, entré dentro de mí y allí te encontré porque Tú estabas en lo más íntimo de mi propia intimidad. Gritaste y rompiste mi sordera. Exhalaste tu perfume y me dejé seducir”.

Por otro lado, está también en la vocación de ustedes, esta intimidad, normalmente tiene un sentido de privacidad, de cosas no abiertas a los demás, pero para nosotros no es así. Para el cristianismo no, cuando la intimidad nos lleva a no relacionarnos con los demás, hemos dejado el ámbito cristiano, puede ser hasta bueno, pero no cristiano. Francisco Luis Bernárdez, poeta argentino del siglo pasado, laico religioso decía: “ojos altos, manos juntas y orantes, pies desnudos tocando la realidad que nos toca vivir”.

Para nosotros, la intimidad, los que han descendido al misterio profundo de sus corazones y han hallado el lugar donde encuentran a su Señor, llegan justamente al descubrimiento de que la caridad, la solidaridad, es la otra cara de la moneda del bien. Empiezan a ver que el hogar que han encontrado en su ser más íntimo es tan amplio, que en esta interioridad se ve en ese servicio a los demás.

Fito Páez, nuestro cantante, “quién dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón“, teológicamente perfecto, no vengo a ofrecer estadísticas, proyectos, vengo a ofrecer mi corazón. Este es el desafío, entrar dentro del propio corazón. También hace faltan proyectos, pero si no tengo corazón… Este es el desafío, entrar dentro del propio corazón, entrar en ese sitio y en ese sitio el Señor nos regala el sentido de pertenecer a alguien y a algo, el Centro de Espiritualidad significa pertenencia. Necesitamos pertenecer. No es exclusiva la pertenencia a la familia, a la parroquia, al club… Hay también una pertenencia al carisma.

Y en este desafío….. el escuchar, escuchar el corazón con el corazón, escuchar es el verdadero maestro del corazón, escuchar las heridas, las propias y las de los demás, los propios dolores y los de los demás, escuchar sus quejas, sus fiebres, sus enfermedades, escuchar los latidos del corazón para saber dónde me encuentro hoy, quien soy.

El ministerio de ustedes de la escucha pasa por ahí. Es una escucha con ternura. Hay que recuperar la ternura con nosotros mismos y con los demás. La misericordia. Es una gracia. El sano orgullo de seguir caminando. Lo propio del corazón es la pasión. La pasión, a veces se pierde o se debilita.

“Llevaba en el corazón la espina de una pasión, logré arrancarla un día, ya no siento el corazón. Bendita espina dorada, siempre te voy a llevar en el corazón clavada.. Un corazón solitario, un corazón no apasionado, no es un corazón”, dice Machado.

Seguir apasionadamente acompañando, escuchando, “misericordiando”. Somos frágiles,  sanadores heridos,  pecadores acompañando pecadores, este es el desafío.

Le pedimos humildemente a la Virgen, que así como celebramos los cincuenta, nos encontremos para celebrar los cien!. Yo seguramente no voy a estar.