En la experiencia de comunidad, junto a otros, es donde vivimos el proceso personal de madurez humana y espiritual.
Dios, que es todo amor, nos creó por amor y para amar. Y el amor se comunica y se vive en comunidad. Por eso, la vida en comunidad nos plenifica, nos hace gustar de aquello para lo que fuimos creados. La comunidad no es sólo un deseo, una aspiración a la que el hombre tiende en su camino a la felicidad. La comunidad es algo constitutivo en la naturaleza humana: un hombre no puede realizarse y crecer, ser feliz si no es a través de la experiencia comunitaria. Los bautizados somos sagrarios de Dios Trino, y nuestra vida se lanza, por el Bautismo, a reproducir en el mundo la comunidad de amor que nos habita en lo más profundo de nosotros mismos, que constituye nuestra identidad: somos familia de Dios, somos Iglesia, somos cuerpo de Cristo, somos uno en Cristo Jesús. La espiritualidad de comunión se hace realidad entre nosotros cuando volvemos nuestra mirada hacia el misterio de la Trinidad, que nos hace reconocer al hermano como “uno que me pertenece”, como “don de Dios para mí”.
La comunidad prefigura la felicidad plena de la que gozaremos en la Vida eterna, nos hace gustar, de manera anticipada, de la gloria a la que estamos llamados a vivir en la eternidad.
El camino del SEA es un atajo para aprender a amar en comunidad. La comunidad es el lugar en donde todos y cada uno debe hacer la experiencia de sentirse acompañado, cuidado, alentado en el camino de crecimiento espiritual.
En el Camino al Corazón, la comunidad es esencial en nuestra vida y se construye en pasos muy concretos de comunicación y comunión: conocernos, aceptarnos, perdonarnos, celebrar juntos, aprender a compartir el corazón y acompañarnos espiritualmente en el camino hacia Dios. Así cada una de las instancias de oración y formación en el carisma, son atravesadas por una fuerte experiencia de comunidad. Experiencia que desarrollamos de manera privilegiada en los retiros contemplativos del SEA, donde compartimos en comunidad y unidos a toda la Iglesia, la práctica de la oración y el silencio contemplativo.
La experiencia de los Retiros
En el Camino al Corazón, los retiros son una práctica necesaria. Están fundamentados en la fe, la Palabra del día, la oración en todas sus formas de expresión dedicando más tiempo a la contemplativa en los retiros contemplativos, la eucaristía y la comunidad.
En el camino a la contemplación es preciso que experimentemos el paso de la dimensión mental -que supone la actividad de la mente en cualquiera de sus expresiones como pensar, dialogar, imaginar, sentir, etc.- a la actividad espiritual de percepción, silencio, recogimiento y quietud. Y para ejercitarnos en estas prácticas espirituales es necesario detenerse y permanecer un tiempo prolongado que nos permita experimentarlo por nosotros mismos. Lo exige el proceso espiritual que va integrando la dimensión psicológica y corporal de la persona.
Renovada en su fe y en su esperanza, la persona se descubre como hija amada del Padre, sanada y abrazada por Jesucristo, y consolada y fortalecida por el Espíritu Santo. Con la mirada contemplativa puesta en María, estos retiros se realizan en comunidad regalando a los participantes la potente experiencia de la abundancia del amor que se derrama en el siempre nuevo Pentecostés, que nos renueva como Iglesia y nos envía a irradiar y ser testigos de cuánto nos ama Dios.
Las Asambleas Familiares
Llamamos Asambleas Familiares a una forma de comunicarnos entre todos los miembros de una familia.
Son espacios que favorecen el encuentro y un diálogo más profundo, ya que se realizan de acuerdo a una metodología que nos ayuda a compartirnos de corazón a corazón.
Las Asambleas Familiares son un instrumento muy valioso para aprender esta forma de comunicarnos que fortalece tanto los vínculos familiares, el crecimiento en el amor y el conocimiento mutuo.
Nos enseñan y ayudan a conocernos y a compartirnos en todos los niveles y ámbitos de nuestra vida: en lo que somos, en lo que hacemos y en cómo vamos viviendo las relaciones, con los miembros de la familia, con las personas que nos rodean y con Dios.
Estas Asambleas nos ayudan a darnos el tiempo para pensar en los temas que son importantes para nuestra vida familiar y nos brindan una metodología para encontrar en lo más profundo de nosotros mismos, en nuestro corazón, las respuestas a nuestras preguntas vitales.
Ver más en INÉS ORDOÑEZ DE LANÚS, Asambleas familiares, Buenos Aires, Editorial Camino al Corazón,
2012